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Por Ramón de la Peña Manrique
Hace poco el Rector del Tecnológico de Monterrey, David Noel Ramírez, fue a dar una excelente charla a los Rotarios de San Nicolás en su reunión semanal.
Al escucharlo recordé un mensaje de un amigo que recibí vía internet, sobre la filósofa y escritora Alissa Zinovievna Rosenbaum, más conocida en el mundo de las letras con el seudónimo de Ayn Rand, nacida en 1905 y fallecida en 1982.
Ella publicó una novela titulada "La Rebelión de Atlas" (1957), que podría leerse como una descripción anticipada de lo que está pasando en nuestro País.
Rand nos resalta en su libro dos conceptos que me llamaron mucho la atención: primero, la definición del conflicto básico, la presencia en nuestra comunidad de dos escuelas opuestas de filosofía, o dos actitudes opuestas hacia la vida, que son la razón-individualismo-capitalismo versus el misticismo-altruismo-colectivismo.
El segundo concepto es una advertencia del futuro que nos espera si no hacemos nada al respecto. Rand escribió: "Cuando advierta que para producir necesita obtener autorización de quienes no producen nada; cuando compruebe que el dinero fluye hacia quienes trafican no bienes, sino favores; cuando perciba que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias más que por el trabajo, y que las leyes no lo protegen contra ellos, sino, por el contrario, son ellos los que están protegidos contra usted; cuando repare que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en autosacrificio, entonces podrá afirmar, sin temor a equivocarse, que su sociedad está condenada".
Es claro para mí que estamos cosechando lo que sembramos, y ¿qué sembramos?, se preguntará usted. Pues puros "ismos", nos respondió David Noel a esa pregunta.
Son cinco pseudofilosofías o culturas malignas, diría yo, que han permeado la vida familiar y nuestra vida comunitaria, y que enlisto en seguida.
La cultura de la permisividad o permisivismo, en la que todo se vale, en la que no tenemos límites a nuestro actuar, en la que el que transa sí avanza, en la que se ha perdido la cultura del respeto a uno mismo, a los demás y a normas y reglamentos.
La cultura del hedonismo, esa búsqueda continua del placer y la supresión del dolor como objetivo o fin de la vida.
La cultura del individualismo, en la cual lo mío es lo más importante, un gran egoísmo que conduce a la no solidaridad y no compromiso con la hipoteca social que tenemos con los que menos saben, pueden y tienen.
La cultura del materialismo, un estilo de vida que busca riqueza, dinero y comodidades, en lugar del desarrollo espiritual o mental, con el enfoque de tener, acumular y atesorar como objetivo principal de nuestra vida.
La cultura del laicismo, secularismo y anticlericalismo, que por un lado trata de promover la libertad de conciencia y la no imposición de las normas y valores morales particulares de ninguna religión, y por otro lado el anticlericalismo que condena y repudia la existencia de valores religiosos, independientemente de la religión de que se trate.
Como conclusión, inferí de lo que nos comentó David Noel que hemos creado una comunidad egoísta y amoral, entendiendo por amoral el no acatamiento de las creencias, reglas o normas por las que se rige la conducta de un ser humano en concordancia con la sociedad y consigo mismo, y que nos orientan acerca del bien o del mal de lo correcto o incorrecto de nuestras acciones personales o comunitarias.
¿Podremos hacer algo al respecto?, se preguntará usted.
Claro que sí, diría yo, además de las 36 propuestas que la UNAM recientemente planteó, relacionadas con la inseguridad, con la atención a los jóvenes, y con la creación de empleos dignos y bien remunerados, yo añadiría dos más: promover en lo individual, en lo familiar y en lo comunitario la cultura de respeto a los demás y hacia las normas y reglamentos que rigen nuestra comunidad, y aplicar la antigua filosofía básica cristiana que dice que nadie puede amar a Dios, a quien no ve, si no ama a su prójimo, a quien sí ve, y en especial al que menos tiene, puede o sabe.
Por Ramón de la Peña Manrique
Hace poco el Rector del Tecnológico de Monterrey, David Noel Ramírez, fue a dar una excelente charla a los Rotarios de San Nicolás en su reunión semanal.
Al escucharlo recordé un mensaje de un amigo que recibí vía internet, sobre la filósofa y escritora Alissa Zinovievna Rosenbaum, más conocida en el mundo de las letras con el seudónimo de Ayn Rand, nacida en 1905 y fallecida en 1982.
Ella publicó una novela titulada "La Rebelión de Atlas" (1957), que podría leerse como una descripción anticipada de lo que está pasando en nuestro País.
Rand nos resalta en su libro dos conceptos que me llamaron mucho la atención: primero, la definición del conflicto básico, la presencia en nuestra comunidad de dos escuelas opuestas de filosofía, o dos actitudes opuestas hacia la vida, que son la razón-individualismo-capitalismo versus el misticismo-altruismo-colectivismo.
El segundo concepto es una advertencia del futuro que nos espera si no hacemos nada al respecto. Rand escribió: "Cuando advierta que para producir necesita obtener autorización de quienes no producen nada; cuando compruebe que el dinero fluye hacia quienes trafican no bienes, sino favores; cuando perciba que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias más que por el trabajo, y que las leyes no lo protegen contra ellos, sino, por el contrario, son ellos los que están protegidos contra usted; cuando repare que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en autosacrificio, entonces podrá afirmar, sin temor a equivocarse, que su sociedad está condenada".
Es claro para mí que estamos cosechando lo que sembramos, y ¿qué sembramos?, se preguntará usted. Pues puros "ismos", nos respondió David Noel a esa pregunta.
Son cinco pseudofilosofías o culturas malignas, diría yo, que han permeado la vida familiar y nuestra vida comunitaria, y que enlisto en seguida.
La cultura de la permisividad o permisivismo, en la que todo se vale, en la que no tenemos límites a nuestro actuar, en la que el que transa sí avanza, en la que se ha perdido la cultura del respeto a uno mismo, a los demás y a normas y reglamentos.
La cultura del hedonismo, esa búsqueda continua del placer y la supresión del dolor como objetivo o fin de la vida.
La cultura del individualismo, en la cual lo mío es lo más importante, un gran egoísmo que conduce a la no solidaridad y no compromiso con la hipoteca social que tenemos con los que menos saben, pueden y tienen.
La cultura del materialismo, un estilo de vida que busca riqueza, dinero y comodidades, en lugar del desarrollo espiritual o mental, con el enfoque de tener, acumular y atesorar como objetivo principal de nuestra vida.
La cultura del laicismo, secularismo y anticlericalismo, que por un lado trata de promover la libertad de conciencia y la no imposición de las normas y valores morales particulares de ninguna religión, y por otro lado el anticlericalismo que condena y repudia la existencia de valores religiosos, independientemente de la religión de que se trate.
Como conclusión, inferí de lo que nos comentó David Noel que hemos creado una comunidad egoísta y amoral, entendiendo por amoral el no acatamiento de las creencias, reglas o normas por las que se rige la conducta de un ser humano en concordancia con la sociedad y consigo mismo, y que nos orientan acerca del bien o del mal de lo correcto o incorrecto de nuestras acciones personales o comunitarias.
¿Podremos hacer algo al respecto?, se preguntará usted.
Claro que sí, diría yo, además de las 36 propuestas que la UNAM recientemente planteó, relacionadas con la inseguridad, con la atención a los jóvenes, y con la creación de empleos dignos y bien remunerados, yo añadiría dos más: promover en lo individual, en lo familiar y en lo comunitario la cultura de respeto a los demás y hacia las normas y reglamentos que rigen nuestra comunidad, y aplicar la antigua filosofía básica cristiana que dice que nadie puede amar a Dios, a quien no ve, si no ama a su prójimo, a quien sí ve, y en especial al que menos tiene, puede o sabe.
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