LOS INDIGNADOS

Bucareli
Por Jacobo Zabludovsky

Son los mismos. Los que han llenado toda la semana la Puerta del Sol madrileña son los mismos que llenarán el Zócalo de la ciudad de México.

Son los mismos motivos de indignación, hartazgo y desesperación. Son los mismos sistemas obsoletos frente a la injusticia que padecen millones de seres humanos que asoman a una vida sin esperanzas.

Son los mismos manifestantes agobiados que gritan: “No queremos ser marionetas de políticos y banqueros… estoy cansado de ser el futuro, soy el presente… todos los partidos son la misma mierda… no nos representan… no queremos vivir peor que nuestros padres… democracia real ya… juventud sin futuro… toma la plaza”.

Son las mismas frases de queja que han borrado fronteras, surgen en los países árabes como proceso de eliminación de sátrapas y en España como protesta contra el desempleo, la marcha de la economía, la corrupción galopante. Mientras en el mundo árabe la demanda es votar, en España afirman que votar para nada sirve. Es más un problema de falta de oportunidades, dicen algunos, que de nivel de vida. No se ofrecen opciones de cambio. Los políticos delincuentes impiden el paso a otra gente, joven, madura o vieja, pero otra. Dos partidos políticos monopolizan el manejo de la cosa pública mediante complicidades con los negociantes del sector privado.

Son los mismos intereses en centenares de ciudades y países, los mismos obstáculos a las expresiones de ideas y opiniones transformadoras, los mismos diques al planteamiento abierto de los problemas porque las soluciones hacen peligrar los sistemas. Los dueños del botín se niegan a soltarlo y las herramientas que deberían ser las de la democracia son puestas al servicio de sus haciendas.

Las elecciones de ayer en España vienen a ser, ante el surgimiento de esta fuerza espontánea, una derrota de todos los partidos políticos. Los argumentos esgrimidos por los españoles de la Puerta del Sol (nunca más justo su nombre que en estos días) prueban que los dueños del poder no son dueños de la verdad. Las demandas tan simples como charlas de desayuno han puesto en peligro las fortalezas donde se ocultan tesoros robados. Consignas sencillas como “tomar la plaza” han borrado la retórica internacional y antigua de políticos, informadores e intelectuales lacayos que crecen, se reproducen y mueren en todas las sociedades descompuestas y en vías de desaparición.

Es el mismo anhelo de transformación que empieza a presentirse en México. Marchas recientes y otras que se anuncian presagian que el Twitter y el Facebook sustituyen sistemas de comunicación clausurados a voces independientes. La comunicación inmediata y gratuita al alcance de todos, mediante teléfonos o computadoras, rebasa a las emisoras estatales o mercantiles y crea una tribuna popular recién nacida y ya poderosa, de crecimiento alucinante y alcances ilimitados.

Todo instrumento nuevo requiere experimentar para lograr los mejores resultados. La historia reciente del norte de África y la que se está escribiendo en Madrid ofrecen metas más ambiciosas que pueden llegar al procedimiento de votar por internet. Nada sería más diáfano y menos atractivo para los dueños del pandero, empeñados en que sigamos bailando al son que ellos nos tocan.

En México las condiciones están dadas para que esta asamblea del pueblo se realice en un zócalo que abarcará desde Guatemala hasta Estados Unidos y del Golfo al Pacífico. A nuestros dolores de cabeza se añade ahora el crecimiento pavoroso del crimen organizado con todas sus variantes y amenidades como el tráfico de esclavos y la decapitación por docenas. La distorsión social provocada por la inseguridad y el efecto corruptor del dinero que produce el tráfico de narcóticos tendrá, sin duda, influencia en las próximas elecciones. Los capos de las drogas buscarán el triunfo de sus candidatos. Y los satisfechos tratarán de impedir los cambios.

Pero los descontentos somos más. Se trata de ahuyentar a los culpables de nuestros males e impedir la llegada de otros peores, de encontrar el procedimiento eficaz para romper la estructura anacrónica de instituciones que no responden a las necesidades crecientes de los mexicanos. Actuar es comunicarnos usando conductos que los dueños de todo no pueden ni podrán controlar: avisar y salir a la calle, crear una conciencia colectiva y expresar la indignación. Aprendamos la lección telúrica de Madrid: gente llegada de todas partes a la Puerta del Sol coincide en su rebeldía, propone metas y empieza a elaborar un plan para alcanzarlas. No se trata de destruir el poder, sino sus trampas y tramposos. El primer paso se ha dado en España y es ejemplo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario