Señal Coparmex 101
Lic. Gerardo Gutiérrez Candiani
07 - Noviembre - 2011
Los presidentes de los países que conforman el G20, incluyendo México, se reunieron la semana pasada en Francia, en un clima de alta volatilidad en los mercados financieros, como ha sido la tónica reciente y que desafortunadamente continuará, al menos en lo que resta de este año y los primeros meses del 2012.
El riesgo de una nueva fase de contracción económica global o un largo periodo de crecimiento débil sigue latente. De hecho, Europa ya está al borde de la recesión.
El presidente de la Comisión Europea, Durao Barroso, anunció el último paquete de medidas logrado por los líderes de la región como "un acuerdo para salvar la estabilidad del mundo". Sin embargo, muy pronto se pusieron en evidencia sus limitaciones y cabos sueltos.
Tras 14 cumbres de la Eurozona en menos de dos años, no se ha logrado superar el escepticismo en los mercados y su capacidad para apostar en contra de las decisiones de los gobiernos.
El acuerdo europeo ayudó a que Italia, con una deuda del 120% de su PIB, colocara casi 3 mil millones de euros en bonos a 10 años, pero tuvo que hacerlo a una tasa superior al 6%, un nivel no visto desde la creación del euro y más del triple del que pagan los bonos estadounidenses a mismo plazo.
El acuerdo está lejos de ser una solución definitiva: un blindaje efectivo ante eventuales salidas de capitales de las deudas soberanas de países con mucho mayor peso que Grecia, en particular Italia o España. Es la única manera de que mejoren los balances de los bancos y se restablezca el flujo crediticio
La crisis provocada por la intención del gobierno griego de llevar a referéndum su paquete de salvamento fue superada, pero también mostró las debilidades del acuerdo europeo. Con éste, Grecia podría bajar su deuda de 160 a 120 por ciento de su PIB en una década, pero cediendo autonomía fiscal y a riesgo de un crecimiento muy por debajo de sus necesidades.
Resolver el desequilibrio fiscal es imperativo, pero implica riesgos sociales y, por ello retos políticos mayúsculos. Sobre todo, hay que evitar que el ajuste no recrudezca la falta de crecimiento y el desempleo. Lo mismo aplica para Grecia, que en Italia o Estados Unidos.
No hay soluciones sencillas ni libres de margen de error, pero es evidente que éste no es un problema pasajero, ni coyuntural, ni sólo de los países desarrollados. En el trasfondo, hay distorsiones que al menos vienen desde los años 90; que se han atendido con paliativos, más que con remedios de fondo. Tienen que ver con cambios demográficos, tecnológicos y geopolíticos profundos.
Más que una época de cambios, se perfilan los síntomas de un cambio de época. Para enfrentar con eficacia un problema como éste, es fundamental reconocer su profundidad e implicaciones. México está obligado a hacerlo.
En primer lugar, porque nuestro país recibe de Francia la estafeta para liderar al G20 hasta su próxima cumbre, en Los Cabos, en junio del 2012. El desafío es pasar de la retórica a la cooperación internacional efectiva, con compromisos, acciones de corto plazo que generen confianza y respuestas estructurales a las nuevas realidades y retos globales.
México tiene credenciales para asumir un rol importante: posee estabilidad macroeconómica, con finanzas públicas equilibradas, y compite limpiamente en el comercio internacional, sin manipulaciones de su tipo de cambio y otras prácticas desleales. Además, tenemos una experiencia en el manejo de crisis y regulación financiera eficaz, como la que se adoptó tras nuestra crisis de 1994.
Sin embargo, no es suficiente: se requiere de audacia, como lo expresó el presidente Calderón en Cannes. En gran parte, la incertidumbre que hay en el mundo, se debe a una falta de liderazgo político. Los mercados financieros, al igual que la población, están a la espera de señales sólidas de que hay capacidad de acuerdos y control.
La Cumbre de Cannes concluyó, como las anteriores, con propuestas importantes y el señalamiento de que se hará todo lo necesario para resolver los grandes problemas globales y restaurar la confianza. Sin embargo, siguen pendientes los compromisos efectivos y las transformaciones correspondientes. Este será el gran reto de México, como cabeza del G20, si realmente queremos hacer la diferencia.
Impulsar una agenda global para detonar el crecimiento y enfrentar la posibilidad de un largo periodo de estancamiento, es una prioridad que no se ha atendido, ante la contingencia de los problemas financieros. Reactivar el mercado interno y la creación de empleos en cada país es fundamental.
Se requiere de un nuevo sistema monetario internacional, y compromisos claros para evitar una guerra de devaluaciones competitivas, que podría detonarse con las acciones que siguen realizando muchos países.
Es preciso consolidar el nuevo sistema regulatorio acordado en Basilea. En particular, lo referente a los niveles de reservas de los bancos y actualización y transparencia de sus balances contables, sin caer en el extremo de la sobrerregulación.
Se requiere desentrampar las negociaciones de la Ronda de Doha, y así crear un sistema global de comercio justo y acorde a la nueva realidad mundial. México puede estar a la altura de este reto. Resulta fundamental evitar los proteccionismos, que sólo retrasarían la recuperación del crecimiento.
Cada vez es más urgente avanzar en la agenda contra el cambio climático; dejar de verla como un tema del futuro. El problema ya lo estamos viviendo. Con la misma visión, hay que impulsar cambios de fondo en los sistemas de seguridad social y en materia migratoria, para atenuar los desequilibrios demográficos en el mundo, y convertirlos en oportunidades para todos.
Temas como el crimen organizado transnacional y la seguridad alimentaria deben estar incluidos y discutirse a profundidad, en la agenda que impulse nuestro país a través del G20.
Como hemos venido señalando en Coparmex, hay que escuchar la expresión ciudadana de inconformidad manifiesta en movimientos como el de los Indignados. Que no se menosprecie su llamado a una economía de mercado con responsabilidad social y rendición de cuentas, que genere oportunidades para todos.
El reto es formidable. El 2012 se presenta, desde ahora, como un año extremadamente complicado, con cambios de gobierno en Estados Unidos, China, Francia, Rusia y México, entre otros países; asimismo, vencimientos de deuda que podrían producir un alza en las tasas de interés en los Estados Unidos.
Asumamos el desafío. México puede y debe propiciar la responsabilidad, visión y liderazgo que hacen falta. Para ello, tenemos que predicar con el ejemplo.
Si pedimos reformas de fondo a nivel internacional, consecuentemente tenemos que hacer las que urgen en nuestro país: educativa, laboral, fiscal, energética, política, asociaciones público privadas y banca de desarrollo, entre otras.
Este es el blindaje indispensable que necesitamos ante la turbulencia económica en el mundo. No vemos, hasta ahora, esta determinación en el sector político, ni en los precandidatos para las elecciones del 1º de julio del 2012.
Se necesita mucho más que buenos propósitos para que en México y en el mundo, el descontento se transforme en esperanza, con un rumbo fijo que genere certidumbre.
Sobre estas bases, Coparmex participó activamente en la cumbre de Cannes, con una delegación en la reunión del B20 o Grupo de Negocios del G20, y trabaja intensamente en el comité organizador de la Cumbre de Los Cabos.
Con la misma resolución seguiremos impulsando los cambios que requiere México para que superemos esta fase de estancamiento estabilizador, que ya se prolongó demasiado.
Hagamos del 2012 el inicio de una nueva era para México, con liderazgo internacional y prosperidad para nuestra gente. Que los retos sean un acicate para crecer como nación.
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